jueves, 21 de mayo de 2009

arquitecturas sonoras

En la educación musical se hace referencia generalmente al paisaje sonoro para explicar cómo éste influye sobre la producción musical, o sea cómo la música no es algo que está fuera de la realidad cotidiana, sino que recibe necesariamente estímulos de ella, tanto en las sonoridades como en las formas. Es común el ejemplo de cómo el ambiente acústico de las ciudades, la ritmicidad de la cadena de montaje, el muro de sonido de una calle muy transitada, constituyen elementos que están en la base del desarrollo del jazz y del rock.
Pero la audición del paisaje sonoro puede inspirar otros tipos de intervención. La referencia más notoria y quizás incluso la más importante es la que conduce a Murray Schafer. Muy sintéticamente, su posición puede resumirse en una sola frase: el mundo entero es una gran composición de la que nosotros somos, al mismo tiempo, compositores, intérpretes y escuchas.

Si partimos de esta visión, la posición que debemos asumir respecto al paisaje sonoro es exactamente la opuesta a la que enunciáramos al comienzo. Podemos intentar "hacer musical" nuestra cotidianeidad, es decir, no sólo hacerla agradable, sino también aplicarle estructuras y criterios estéticos derivados de nuestra experiencia y costumbres musicales.

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